Y cariñosa Pachamama la abrazó y dejó sobre ella ternura propia de su ser. Sopló sobre ella esencia de lirio y rosas. Y la crió hasta que se convirtió en toda una mujer. Cada vez que ella salía de su choza todos se detenían para admirar su belleza. Sonaban sonajas y tambores en honor a su belleza.
Pero esa mujer era curiosa, quería volar, quería amar y ser amada, quería vivir, quería volar, quería tratar. Pero esa mujer era muy curiosa, tanto así que se aventuró, se aventuró por el gran mar, por la sangre azul y salada de su ancestra, Pachamama, y navegó, navegó.
Sobre nubes y océano navegó. Llegó a una tierra oscura y seca, hermosa y cálida, tierra oscura. Allí en la cumbre se encontraba su amado, guerrero de la tierra olvidada. Ella inocencia tal de su recelo le habló y él simplemente quedó cautivado. Se enamoraron y sobre la punta de la montaña en una lluvia de estrellas hicieron el amor.
Truenos y centellas, ella se marchó. Tenía miedo, ella se marchó. Pero guerrero no se dio por vencido. Él también navegó por nubes y mar hasta encontrar a aquella su princesa que su corazón había arrebatado. Porque él la amaba, porque él la amaba. Llegó a tierra tropical y en un arrollo aroma a su amada sintió, así se guió por dos milenios sólo con el recuerdo y el amor de su princesa.
Y al fin le encontró hermosa y morena dormida en una algodonera y sobre sus pies florecían hermosos izotes. Él la vio, y sus ojos se abrazaron y se besaron hasta el amanacer. Y así se amaron, vivieron, amaron hasta el final de su infinita existencia.
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