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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Edgardo


Edgardo, no existís. No existís vos y tu estúpido lenguaje culto que esconde un teamo. No existís vos ni tus manos largas. No existen tus poemas escritos en post it que metés en sus cuadernos cuando no está viendo. No existe su placer cuando se encuentran más vulnerables que nunca. Son ideas atractivas lo húmedo después de tu presencia, no son más que imágenes encontradas en internet sus fotografías. Edgardo no existe, ronda como zombie por su vida sin existir. Poco puede comentar de él, su sonrisa lo dice todo, el cuento de hadas que se prometió defender, un tanto por comodidad, un tanto por falta de oportunidad y otro tanto porque los besos clandestinos se sienten mejores. Edgardo, no existís. No existe su Cartagena ni nuestro San Salvador. No existen sus proyectos ni los nuestros. Existen las excusas y la falsa humildad intelectual con que esconde sus defectos. Edgardo, tranquilo, tu mundo no existe; existen estás ganas que tiene de perderte, perderse y perderme. Existe su escondite, se percibe mi trabajo detectivesco. Edgardo dejó de existir para mí cuando existió para vos. Existen su sonrisa germinada en el Caribe y mis ojos serios llenos de maíz. 

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